GRAN MADRE-PADRE

Las grandes religiones han olvidado la importancia del factor femenino en la Creación. Tal ausencia ha resultado en un conflicto permanente entre ellas porque no asumen el papel fundamental de la Gran Madre: un planeta común, una Tierra común, una Naturaleza o Materia común.

Padre Cielo - Madre Tierra

Las religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, islamismo) eliminaron el aspecto femenino de la Tríada Sagrada Padre-Madre-Hijo o Espíritu-Materia-Vida; y, o bien la sustituyeron por otra (la Santísima Trinidad: Padre - Espíritu Santo - Hijo), o bien por un único Padre o Señor (Yahvé, Dios, Alá) y sus hijos, los seres humanos. 

 


Pero por suerte no es posible separarse de la madre, de la tierra, de la materia... Entonces estas religiones crearon la Comunidad de Fieles, como el aspecto femenino aglutinador de seres humanos hijos, y en su caso hijas, de Dios. La Iglesia, la Sinagoga o la Mezquita cumplen la función de unificación, de unidad de los fieles en un mismo útero sagrado. La "Santa Madre Iglesia", dicen los cristianos.


Los hijos de esos pequeños úteros en forma de Comunidad de Fieles, creados a imagen y semejanza de diferentes teorías sobre quién es el "hijo predilecto" (si Moisés, Jesús de Nazaret o Mahoma), se enfadan unos con otros como los "buenos hijos" de una madre que ellos mismos crearon; y de un padre, que aún siendo el mismo, prefiere a unos frente a otros... según cuál sea su madre. Y de ahí las diferencias, de ahí las peleas, de ahí la guerra... "sagrada".


Pero el útero verdadero que es la madre Tierra, la madre Naturaleza, quedó marginado. La religión no permite que una persona sola o en la Naturaleza encuentre a Dios, tiene que ser en colectivo y reunidos en un mismo Templo... a más grande y suntuoso mejor. Y tiene su sentido, porque en el fondo, el ser humano no puede dejar de entregarse a la Materia. Lo que ocurre es que la materia natural es la Divinidad y la construcción por los hombres de templos, un sustituto ineficaz.


La madre, la Gran Madre, es la Materia, la Naturaleza, la Tierra, Sagrada y Divina. Y hasta que las religiones no reconozcan esto, no podrán convertirse a la verdadera espiritualidad donde la división dentro de la vida no tiene lugar; donde padre-madre, masculino-femenino, espíritu-materia son la misma cosa o son necesarios ambos.


¿Qué pasaría si somos todos y todas hijos e hijas de la Gran Madre Tierra y del Gran Padre Espíritu? ¿Qué pasaría si todos y todas somos hijos de la Divinidad, el Universo o la Vida? Que no habría nadie mejor ni peor que otro. Y la lucha, al menos la religiosa y la de crear templos más grandes que llamen a los fieles a base de hacer mucho ruido para que se reúnan en ellos, cesaría.


Ahora sólo faltaría que me quemen en la hoguera o me pongan en una lista negra por sentir la paz de la auténtica unidad, por sentir que todo es mucho más sencillo, por sentir a una Gran Madre exactamente por igual que a un Gran Padre, o a un/una Gran Todo/a Divino-Natural que no distingue fieles, que no distingue hombres, que no distingue mujeres; sino para quien somos todos seres humanos, muchos de nosotros niños aún peleando por ser el preferido de papá o mamá.