Desde la "psicología popular" se habla mucho de la división entre mente y corazón pero, en realidad, los dos centros motores principales del ser humano son la mente y el cuerpo.
Dentro de lo que es cuerpo se incluye el instinto y, contrariamente a lo que se suele entender, también la emoción. Las emociones no nacen del “corazón” sino del cuerpo. Los animales más desarrollados en la cadena evolutiva también poseen emoción. Cuando se habla del "corazón" como opuesto a la mente, se habla de la muchas veces de la irracionalidad de los sentimientos. Pero el sentimiento irracional realmente es emoción, instinto, cuerpo.
Bien mirado, el "corazón humano" es otra cosa. Es la integración de ambos factores. Es mente y cuerpo marchando juntos. Es el alma, la esencia o el centro. El corazón humano es inteligencia sintiente, sentimiento racional, meta-sentimiento o, si se quiere, “co-razón”.
La propagación o difusión de una interpretación del corazón humano y su sentimiento más propio, el amor, como algo irracional, instintivo o emocional; hace mucho daño a una visión real del sentimiento de amor (corazón) como algo que puede, sin lugar a dudas, coincidir con un impulso instintivo, natural, y una decisión de la mente, racional, al mismo tiempo.
El corazón es el centro, la unidad mente-cuerpo, espíritu-materia, inteligencia-naturaleza. En él no hay emoción, la cual es visceral; sino sentimiento, el cual no tiene por qué estar reñido con la razón... ni con el cuerpo. Bien al contrario, como he dicho, es su unidad o integración.
Este corazón es el que nos hace realmente humanos: seres integrados de racionalidad e instinto.