Según Aristóteles, filósofo del siglo IV a.C., las acciones humanas no poseen una regulación general. Es decir, no hay criterios válidos para juzgar si una conducta es buena o mala en todas las ocasiones en que se produce. Un ejemplo: matar es malo, cierto, pero matar en defensa propia, quizás no lo sea tanto.
Aristóteles llamó al arte de saber cuándo una conducta es buena o mala, "Prudencia". El concepto de "prudencia" hoy tiene un sentido algo diferente. Ser prudente puede esconder algunos miedos. Pero, en el caso de este filósofo, la Prudencia consiste en analizar cada situación concreta para decidir cuál es, en cada caso, la conducta buena.
no podemos decir que algo es bueno o malo en general y para siempre, sino que hay que analizar las circunstancias concretas de cada caso
La Prudencia se puede parecer a lo que hace hoy en día un juez instructor: analizar los hechos acaecidos alrededor del suceso que juzga. Sin embargo, hay también una gran diferencia: una vez analizados todos los datos en juego, el juez va a las leyes y decide si dicho suceso se ajusta a ellas.
En el caso de la Prudencia, el primer paso es igual, pero en el segundo no intervienen las leyes sino la Ética. Es decir, no se juzga si un acto es legal o no, sino si es conforme o no a la moral.
lo moral no siempre es igual a lo legal
En lo que se refiere a su Ética, Aristóteles afirma que los actos morales son los que se sitúan en el justo medio. Cuando se trata de hechos acaecidos entre dos personas, se trata de encontrar lo que favorece o perjudica por igual a ambas. Lo mismo con tres o más. Pero como estos casos se encuadran más en el ámbito de la justicia, vamos a dejarlos a un lado y hablar aquí sólo de lo que se refiere a los actos desde el punto de vista subjetivo, es decir, estrictamente desde la moral: ¿He actuado bien o mal?
Por ejemplo, ¿he actuado bien huyendo de un peligro? Aristóteles dirá aquí que hay que tener en cuenta dos valores opuestos: la cobardía y la valentía, y que la Ética dicta que cualquiera de los dos extremos son malos. Esta es la teoría del justo medio, aplicada a un acto individual.
Sin embargo, aunque esta teoría ética es general, conforme a la Prudencia, hay que llevarla al campo de la práctica y contemplar cuál fue el peligro, qué datos tenía previamente de él, qué estaba en juego y, con todo ello, analizar si realmente era bueno o malo huir.
cuando voy a actuar, siguiendo la Prudencia, debo tener en cuenta todas las circunstancias relacionadas, y siguiendo la Ética, buscar el justo medio
Esta forma de regular la vida moral, es compleja, no hay asideros claros para cada ocasión. Y, a veces, cuesta encontrar el justo medio. Pero de lo que se trata, según Aristóteles, es de que cada persona lo encuentre en sí misma y no necesariamente en las leyes o la moral "social". Es decir, la moral es un ámbito privado, un ámbito de libertad individual.
A todo lo dicho, cabe añadir ahora lo más importante. La Ética de Aristóteles está basada en un concepto de "bueno" o de "bien" muy diferente al actual. La finalidad de la moral es la eudaimonía o felicidad. Por tanto, "lo bueno" no tiene que ser lo que otros dicen que es bueno, ni si quiera lo que es correcto; sino lo que es bueno para mi en cada ocasión, lo que me hace sentir bien o lo que me hace ser feliz.
Según este filósofo la VIDA BUENA, en realidad es la BUENA VIDA.
es bueno lo que hace bien y hace bien lo que genera bienestar o felicidad
Ahora bien, ¿cómo encontrar en cada caso lo que me hace sentir bien? La respuesta de Aristóteles, como hemos visto, es que la felicidad se obtiene a través del justo medio y la prudencia, pero hay algo más.
Según este filósofo, todos los seres tienden de forma natural a la eudaimonía. Es decir, existe una tendencia en toda la naturaleza que lleva a los seres a completarse o a realizar su destino.
Así, por ejemplo, un manzano se completa y desarrolla su misión, cuando sus frutas maduran. Esto también significa el término eudaimonía: completud. Hoy en día lo llamaríamos autorrealización, pero también felicidad, pues qué mejor felicidad que la que consiste en desarrollarse como uno mismo.
Dicho esto, la verdadera pregunta sería: ¿cómo ser feliz? ¿cómo lograr la realización del ser individual que soy? ¿cómo hacer-me (el) bien?
existe una tendencia natural a la autorrealización y a la felicidad
La tendencia hacia la eudaimonía es natural en los seres vivos. Plantas, animales, microorganismos, estrellas o planetas poseen en su ser la información de su propio desarrollo. Cada ser vivo manifiesta en su grado de madurez la plenitud de lo que es, se autorrealiza. Cada ser individual lo hace relativamente a su modo.
En el caso de los seres humanos no es diferente. Tenemos mente y nos preguntamos cuál es el mejor modo de desarrollarnos. Sin ella no hubiera sido posible la creación inherente a la civilización. Pero también somos seres vivos y poseemos instinto, una codificación en el ADN de nuestro desarrollo natural.
el ser humano es mente y es instinto
¿Cómo entender entonces qué es la eudaimonía en el ser humano? ¿Cómo seguir esa tendencia natural hacia la completud o la felicidad?
Desde la Ética se han dado todo tipo de propuestas para el buen hacer de las personas. Sin embargo, la formulación de Aristóteles da algunas claves que pueden llevarnos a una solución definitiva.
Si el ser humano es mente y es instinto, no podemos dejar todas las respuestas en manos de la Ética, pues olvidaríamos nuestro ser natural. Pero tampoco siguiendo exclusivamente los instintos parece que podamos llegar a una solución correcta.
ser humano no es ser sólo instintos (animal) ni sólo mente (autómata)
El ser humano está dividido entre dos extremos que compiten entre sí. La solución sólo puede venir entonces de la mano de la teoría del justo medio. Pero el justo medio no es 50% mente, 50% instinto. Desde ahí no arreglamos nada. El justo medio es una reconciliación entre ambos. El justo medio es el verdadero centro.
Lo que la filosofía budista llama el "Centro" o "nuestro centro" es precisamente esto, no estar divididos. Desde la indivisión cualquier acción es buena, porque sigue el propósito de cada ser, la eudaimonía.
Esta reconciliación es lo que podemos llamar realmente ser humano, "actuar desde el SER que somos". Y cada ser humano tiene un propósito, se completa siguiendo su propio centro.
la felicidad depende de encontrar el propio centro
Ahora bien ¿cómo lograr que nuestras acciones sean desde el centro? De nuevo Aristóteles aproxima una respuesta: probando. La Prudencia es un arte y, como tal, se aprende con la experiencia. Cada persona es distinta, cada situación es diferente.
Pero hay algo en lo que debo insistir: el instinto no puede ser reprimido por la mente. Llevamos siglos elaborando teorías sobre el bien y la felicidad, y hemos perdido la confianza en que existe una tendencia natural a la eudaimonía en nuestro ser completo. El ser humano no puede prescindir de su ser natural, no puede ser completo sin él.
Llegar al bien, a la felicidad, a la completud de nuestro ser, a la acción natural desde nuestro centro o a la autorrealización, no es algo que suceda en un día. Requiere de un proceso en el que hay que aplicarse. En virtud de lo dicho hasta ahora, este proceso consiste en lo siguiente:
1. Reconectar con nuestros instintos: Por instintos podemos entender también intuiciones y emociones. Son todo aquello que impulsa desde el cuerpo a la acción. Si no existe conciencia corporal somos robots.
2. Permitir el diálogo entre la mente y el cuerpo: Ser conscientes de la división y asistir a ella sin miedo, actuando en cada ocasión según lo que ordene cualquiera de ellos.
3. Aplicar la prudencia: Analizar en cada caso las consecuencias de los propios actos ¿fue bueno para mi?
4. Decidir siempre desde uno mismo: Seguir lo que otros dicen impide que la articulación propia del ser individual sea posible.
5. Confiar en que la eudaimonía existe: Durante todo el proceso la confianza en que existe una tendencia natural hacia nuestro desarrollo completo es imprescindible.
De este modo y, poco a poco, se puede encontrar el justo medio o el Centro auténtico: Permitiendo el flujo constante entre los dos centros motores -mente y cuerpo-; estos se van alineando de forma natural, como el arco y la flecha se van afinando a base de errar hasta dar en la diana.
Llega un momento, a base de práctica, que el Centro va ganando la partida, que la división se va integrando. Pero sólo puede ser desde permitir el flujo, la zozobra y la incertidumbre que esta genera. Se trata de aprender a vivir de nuevo, como un niño al que no enseñaron nada y que, probando a vivir sus emociones, su mente, su intuición o su cuerpo, se encuentra.
Sólo con esta experiencia vital propia, la Prudencia se transforma en centro integrado, las acciones nacen desde desde el Justo Medio y la Eudaimonía se hace posible o, mejor, se auto-realiza.