Es muy difícil la iluminación en el mundo en que vivimos. Y la dificultad estriba únicamente en un punto...
En esta sociedad, y me refiero a la sociedad del consumo, el valor se mide por un ideal de perfección. A más perfecto es algo, a más cerca está de un canon de belleza o de funcionalidad preestablecido, más vale.
Pongo algunos ejemplos. En la figura humana: a más se parece a lo que en determinada época se considera una persona bella, más vale o más preciada se considera por ella misma y por los otros. En los útiles de consumo: a más se acerca un objeto a una funcionalidad pretendida -por ejemplo, que sea fácil de limpiar y cocine más rápido- más vale una sartén o una cazoleta. Pasa lo mismo con las profesiones. A más útil se considera una profesión, también según las épocas - por ejemplo, en la actual, médico, ingeniero o abogado- y a mejor se ejecuta o es más demandada, también es más valorada.
Las personas de la sociedad capitalista actual buscan la perfección porque "vale más". Ciertas fealdades o inutilidades no son de recibo en un mundo que tiene una imagen de sí mismo bajo formas o esquemas "perfectos" de belleza o utilidad.
Dicho esto, hay dos consignas fundamentales para la iluminación que, en el fondo, son la misma: "Todo es perfecto" y "Yo soy". Es decir, todo posee un valor y en el ser tal cual es, está la verdad.
Digo que son la misma cosa porque, si nos atenemos a "lo que es" y no a "cómo debe ser" -a lo que son las cosas y las personas, la vida, la naturaleza, etc. y no a cómo deben ser-; encontramos que todo tiene un sentido, una función propia o un lugar en el entramado global del Universo. Y es desde esa perspectiva, desde la conciencia de que el Universo necesita de cada cosa que lo integra tal cual es -porque si no, simplemente, dejaría de ser el universo-; es desde esa perspectiva, que todo es perfecto.
Por tanto, estamos hablando de dos conceptos distintos dentro de una misma palabra. "Perfecto" según un objetivo determinado hacia el cual debe acercarse algo -pongamos belleza o utilidad, que son muy de nuestra época- y "perfecto" en sentido de que todo, absolutamente todo, es necesario por el sencillo hecho de ser -o sea, que porque algo es, porque algo ya tiene existencia, es que ya tiene un objetivo propio, sea el que sea, dentro del complejo universal.
Así que la iluminación consiste en este pequeño cambio de sentido de una sola palabra pero que, al mismo tiempo, se hace enormemente difícil. Y ¿por qué? Porque a la palabra "perfecto" se le asocia otra en la sociedad de consumo en la que vivimos: la palabra "valor": lo que vale es lo perfecto. Y aquí vienen todos los inconvenientes. No valgo por esto, no vales por aquello, esa actitud es inválida, ese objeto no tiene valor.
Se me ocurre que la forma más sencilla de salir del lío de una sociedad que te ha enseñado que hay unas cosas o capacidades en ti que no valen -para que en vez de pretender cambiarlas las aceptes en ti, para que te atrevas a ser exactamente como eres- es la consigna "todo vale". Pero claro, decimos "todo es perfecto" porque "todo vale" suena fatal todavía. Vendrán los ejércitos de moralistas, de policías, de miedicas, de religiosos, de legalistas... a decirte que en "todo vale" no hay orden, que es un caos, la anarquía o yo que sé.
Y exactamente ahí está la diferencia. En "todo vale" uno se pone en manos del equilibrio universal, infinito y que no tenemos la capacidad como seres humanos de organizar. Mientras en que "lo que vale son ciertas cosas y no otras", creamos una sociedad de consumo con mucha infelicidad porque todo el mundo quiere valer.
El camino es practicar sacarte de la cabeza que no eres perfecto en algún sentido, que practiques que eres perfecto tal cual eres, sólo siendo sin tapujos cada vez. El camino es practicar que tu perfección no es para la sociedad en la que vivimos -creada por seres humanos- sino para el universo en su conjunto: para la totalidad del cosmos que te comprende, que te incluye, como un ser que eres, en tu especificidad, perfecto para la variedad infinita que acoge en su ser total.
Si para eso tienes que parecerte a un loco anarquista, a uno que no se deja doblegar por lo que "está bien" y lo que "está mal" en esta sociedad de consumo; entonces bienvenido. Empieza por ti y toma todo tu valor real de lo que ya eres y, hagas lo que hagas, serás. Desde el punto de vista del universo "todo vale porque todo es perfecto".