La medicina tradicional emplea, entre múltiples técnicas de sanación existentes, la imploración o plegaria a entidades espirituales para que intercedan por la salud del paciente.
Cada chamán, curandero o sanador realiza estas peticiones a aquellos dioses, santos, elementales o espíritus en los que cree. Por ejemplo, un curandero canario generalmente realiza rezos de la tradición católica, mientras que un santero o sanador vinculado a las religiones afroamericanas se consagrará a sus santos o dioses propios.
En las sanaciones de las tradiciones más ligadas a los poderes de la Tierra, tal como el chamanismo indígena americano, es usual que intervenga la energía de entidades terrenales en forma de tótems de animales concretos, plantas curativas, o también otras de su propios panteones divinos como el Pico del Águila, la Madre Tierra, el Gran Espíritu o la Serpiente Emplumada.
En estas tradiciones se distingue entre las entidades del SUPRAMUNDO (Cielo) y las de INFRAMUNDO (Tierra), frente a otras religiones en las que los poderes de la Tierra son vistos como malignos o demoníacos.
Aunque los rezos y oraciones, generalmente, están vinculados a la religión, también desde las diversos corrientes espirituales es común ponerse en manos de una energía o espíritu de sanación con el mismo fin.
Así, un facilitador de Reiki se pone en manos de esta Energía o Consciencia Universal a la que sirve únicamente de canal; las Terapias Angelicales, aunque no estrictamente católicas, utilizan la energía de cada arquetipo de ángel para las diferentes problemáticas a trabajar; y determinadas terapias espirituales acude a símbolos de la Geometría Sagrada.
Cualquier intervención de arquetipos, símbolos, tótems, santos, energías o dioses, en el transcurso de una sanación y con la finalidad de mejorar en algún sentido la salud del paciente o la resolución de sus problemas, es una práctica de rezo, oración u encomendación.
Incluso el simple acto de que un sanador o sanadora holística se ponga en manos de una entidad superior a él o ella misma, es ya un acto encomendación o de asunción de que el don que posee depende siempre de fuerzas ajenas a su propia individualidad.